lunes, 4 de enero de 2010

Llegada a Lacebark

Cuando llegué a la ciudad, me quedé asombrada, nunca había visto esos grandes edificios, al menos no en persona, ya que si los había visto por la televisión y en papel. La ciudad era una hervidero de ruido y de gente corriendo de aquí para allá ocupados con sus cosas. 


 En Natsville la gente iba tranquilamente por la calle, casi todos nos conocíamos y nos saludábamos, ir a montar con mamá era un show, ya que nos paraba todo el mundo para tocar a los caballos o para desearle un feliz día. A mí no me paraba nunca nadie, la gente me miraba como un ser extraño.
  

Lacebark era tan diferente… la gente no se paraba a mirarme, nadie me veía tan rara… continuaban con su vida y no se fijaban en el color de mi piel o en la ropa que vestía.
 

Había alquilado la habitación con anticipación y había enviado mis pertenencias por mensajería antes de irme, para no tener que andar con maletas todo el día, así que me pude permitir dar una vuelta por la ciudad y observar un poco aquellos grandes edificios, antes de ir a la que sería mi casa.
 

El ayuntamiento de Lacebark era enorme, tenía de todo, incluso restaurante. Todo estaba lleno de luces de neón que se fueron encendiendo conforme iban pasando las horas en dirección al atardecer. Cuando ya estuve cansada de caminar, pedí a un taxista que me llevara hasta la dirección que tenía. Al llegar pude sentir la tranquilidad que se respiraba en aquella zona de la ciudad.
 

Me dirigí a la pequeña casa y llamé a la puerta. 
 

Salió una chica con cara de sueño a recibirme.
 

-             Buaah, tú debes de ser Silver -  me dijo bostezando y frotándose los ojos – yo soy Cynthia, tu casera, pero por favor no me trates como tal, simplemente seré tu compañera de casa.
-            Si, hola -  le dije en el momento en el que me dejó hablar – yo… esto… soy Silver Summer.
-            Sí, eso he dicho – me dijo ya mirándome bien -  pasa mujer, debes estar cansada. – Me invitó a entrar… - Tus cosas llegaron ayer.

Asentí.


-          Ven, te enseñaré tu habitación – dijo mientras echaba a andar escaleras arriba. 



-          Tienes lo indispensable, cama, armario, escritorio, una estantería. – Me comunicó amablemente -  Como ves, la decoración es algo neutra, si no te gusta puedes cambiarla… - Se dirigió a la puerta -  ¡Ah! Se me olvidaba… Bienvenida a Lacebark.


  -          Eh… gracias -  conseguí articular, aún nerviosa.

Ella salió de la habitación y yo me quedé allí contemplando mi habitación, como estaba cansada, me tumbé a descansar sin abrir las maletas ni nada.

Pronto empezarían las clases en la universidad, y la verdad es que yo era un hervidero de nervios, comía deprisa, dormía mal, tenía mala cara todo el tiempo y no conseguía estarme quieta ni un segundo. Aunque casi no veía a Cynthia ya que pasaba muchas horas fuera de casa, ella también se percato de mi ansiedad.


-          ¿Te encuentras bien Silver? – Me preguntó un día mientras veíamos una película en el sofá…
-          Erm... creo que si… -  Le contesté, algo inquieta.
-          Pues yo creo que no… - Me miró con interrogación. – Mira no sé qué te pasa, no tienes porqué contármelo si no quieres, pero esto es mi futuro, ¿de acuerdo? -  Hizo una pausa – Voy a dedicarme toda mi vida a escuchar a personas que necesitan hablar, así que… habla sin miedo.


-          Creo que no me apetece hablar… - Le contesté.
-          Muy bien, pero estaré aquí si algún día quieres hablar de algo más profundo que de la película de los domingos -  Me dijo alegremente.

Tardé un par de días más en sentarme a hablar con ella, pero es que estaba ya derrotada y cansadísima… tenía muchísimo estrés encima. Así que en una comida, me senté y nos pusimos a charlar… me habló de sus amigos de universidad y de los ancianitos de la residencia, que eran personas entrañables.


Y así me decidí a hablarle sobre mí y sobre mis sentimientos.


-          Cynthia… Yo… - Empecé con timidez.
-          Di lo que quieras, secreto profesional, guapa -  me contestó con valentía.
-          Verás, yo nunca he tenido amigos, siempre… he estado sola – empecé a decir… Ella se dio cuenta de que iba a continuar, y no me interrumpió -  Todo el mundo me ha juzgado siempre por el extraño color de mi piel, tanto, que pasé por el instituto casi sin ser vista, fui alguien invisible en un mundo lleno de gente.


-          Pero eso ya pasó, Silver… -  Me dijo para animarme a continuar.
-          Si, lo sé… - Continué -  Pero eso hace que ahora… tenga miedo de ir a la universidad la semana que viene.
-          Mira cielito, eso son cosas del pasado… - Me dijo ella tiernamente -  Ahora tienes una etapa de tu vida diferente que vivir, y verás cómo no es lo mismo, en la universidad ya no hay adolescentes (bueno alguno si…), la gente no se molesta y serás una más. Nadie se fijará en tus extrañezas… y si lo hacen, no te preocupes – me guiñó un ojo -  aquí tienes una amiga que siempre estará ahí por muy azulada que te pongas.


-          Esto… - empecé a decir sonrojándome -  gracias Cynthia.


Tiempo después también le conté lo que me había ocurrido con Daniel y esas semanas que fueron lo peor de mi vida hasta ahora…

Cynthia se convirtió no solo en mi confidente o psicóloga particular, sino en mi amiga, una verdadera amiga, la primera que había tenido en toda mi vida, a parte de mi madre, que también la consideraba amiga.

Sólo ha pasado un año, pero parece que haya estado a su lado una eternidad, siempre me ha ayudado, y sobre todo, ha hecho que aflorara otra parte de mi personalidad, dejando de ser la chica tímida y sosa que era.

Con ella descubrí el alcohol, aunque he de decir que no me gustó demasiado… Descubrí lo que era una fiesta… 


Descubrí el mundo del ligoteo, y luego a huir vilmente para que no me usaran como un juguete, cosa que no estaba dispuesta a permitir, si ya sé… jugar con los hombres no es de ser buena persona, pero con Cynthia era divertido.


Y bueno… descubrí a Jack…

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